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Descubriendo la tinta ferrogálica

Guillermo Montero Dombriz, profesor de física y química.


Desde la Edad Media se vienen usando dos tipos de tinta: la negro de humo y la ferrogálica. La primera consiste en una suspensión de carbón, agua y goma arábiga y la segunda se obtiene a partir de las agallas de roble o ciprés. Mientras que la primera se conoce desde tiempos tan remotos como el 2500 A.C., la segunda se conoce su uso a partir del siglo III de nuestra era (trazas de tinta ferrogálica han sido encontradas en los rollos del mar muerto).

Ambas tintas han sido preparadas por los alumnos de 4º ESO del IES Profesor Domínguez Ortiz en el marco del grupo de trabajo “Da Vinci y su época”.


En este artículo nos centraremos en la obtención de la tinta ferrogálica. Se trata de ahondar en los vínculos entre ciencia y humanidades investigando las antiguas recetas de obtención de esta tinta y su uso en el renacimiento y los fundamentos de las reacciones químicas que tienen lugar en su preparación.


Las agallas son crecimientos anómalos en hojas, ramas o raíces de plantas producidos por la deposición de los huevos de una avispa, de manera que la planta responde con un crecimiento tisular alrededor de la larva, la cual crece y se alimenta protegida por dicho crecimiento. El desarrollo de la agalla está controlado, al parecer, por las secreciones de la propia larva. Al final del proceso la agalla tiene un alto contenido en ácido tánico, el componente fundamental de esta tinta.



El primer paso para preparar esta elegante tinta de un color negro intenso es recolectar agallas de roble, abrirlas y extraer el contenido de su interior (un polvo de color marrón oscuro que contiene el ácido tánico) y molerlo lo más finamente posible, mezclarlo con agua destilada y permitir la maceración durante 3 días, pasados los cuales se filtra el contenido y se añade la proporción adecuada de sulfato de hierro (II) (la antigua caparrosa). En ese momento la disolución de color marrón se vuelve intensamente negra por formación del complejo con el hierro. Se deja reposar 3 días, pasados los cuales se añade goma arábiga para espesar la tinta y mantener el complejo de hierro en suspensión. Y listo….ya podemos usar la tinta para escribir como lo hubiera hecho el mismísimo Da Vinci.



Para comprender la química que está involucrada en todo el proceso hay que regresar al momento en que se abren las agallas. Estas contienen una gran cantidad de ácido galotánico que durante los 3 días de maceración serán convertidos en ácido gálico y glucosa por la acción de una enzima liberada, la tanasa, por los hongosa Aspergillus niger y Penicillium glaucum presentes en la agalla.


Para que se obtenga la tinta primero se debe formar un complejo entre el ácido gálico y el sulfato ferroso añadido al filtrado. Este complejo es incoloro y soluble en agua, pero inmediatamente se oxida al aire produciendo pirogalato férrico que es un complejo octaédrico negro e insoluble en agua y en el que los ligandos del catión Fe(III) son dos moléculas de ácido gálico. En el proceso se liberan protones que acidifican la tinta. Por ello, uno de los peligros de esta tinta es que no es estable a largo plazo ya que va destruyendo poco a poco el papel debido a su acidez.








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